sábado, 3 de octubre de 2015

Solitario, triste y mudo

RIMA LXXXIII

Solitario, triste y mudo
hállase aquel cementerio;
sus habitantes no lloran...
¡Qué felices son los muertos!


Gustavo Adolfo Bécquer

Una mujer me ha envenenado el alma

RIMA LXXIX


Una mujer me ha envenenado el alma,
otra mujer me ha envenenado el cuerpo;
ninguna de las dos vino a buscarme,
yo de ninguna de las dos me quejo.

Como el mundo es redondo, el mundo rueda;
si mañana, rodando, este veneno
envenena a su vez ¿por qué acusarme?
¿Puedo dar más de lo que a mí me dieron?


Gustavo Adolfo Bécquer

¿Sera verdad que, cuando toca el sueño

RIMA LXXV

¿Será verdad que, cuando toca el sueño,
con sus dedos de rosa, nuestros ojos,
de la cárcel que habita huye el espíritu
en vuelo presuroso?

¿Será verdad que, huésped de las nieblas,
de la brisa nocturna al tenue soplo,
alado sube a la región vacía
a encontrarse con otros?

¿Y allí desnudo de la humana forma,
allí los lazos terrenales rotos,
breves horas habita de la idea
el mundo silencioso?

¿Y ríe y llora y aborrece y ama
y guarda un rastro del dolor y el gozo,
semejante al que deja cuando cruza
el cielo un meteoro?

Yo no sé si ese mundo de visiones
vive fuera o va dentro de nosotros.
Pero sé que conozco a muchas gentes
a quienes no conozco.


Gustavo Adolfo Bécquer

Yo se cual el objeto

RIMA LIX

Yo sé cuál el objeto
de tus suspiros es;
yo conozco la causa de tu dulce
secreta languidez.

¿Te ríes?... Algún día
sabrás, niña, por qué.
Tú acaso lo sospechas,
y yo lo sé.

Yo sé cuándo tú sueñas,
y lo que en sueños ves;
como en un libro, puedo lo que callas
en tu frente leer.

¿Te ríes?... Algún día
sabrás, niña, por qué.
Tú acaso lo sospechas,
y yo lo sé.

Yo sé por qué sonríes
y lloras a la vez;
yo penetro en los senos misteriosos
de tu alma de mujer.

¿Te ríes? ... Algún día
sabrás, niña, por qué;
mientras tú sientes mucho y nada sabes,
yo, que no siento ya, todo lo sé.


Gustavo Adolfo Bécquer

Volveran las oscuras golondrinas

RIMA LIII

  Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
        jugando llamarán.

  Pero aquellas que el  vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
        ¡esas... no volverán!

  Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
        sus flores se abrirán.

  Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
        ¡esas... no volverán!

  Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
        tal vez despertará.

  Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...; desengáñate,
        ¡así... no te querrán!

Gustavo Adolfo Bécquer

Yo me he asomado a las profundas simas

RIMA XLVII

  Yo me he asomado a las profundas simas
      de la tierra y del cielo,
y les he visto el fin o con los ojos
      o con el pensamiento.

  Mas ¡ay!, de un corazón llegué al abismo
      y me incliné un momento,
y mi alma y mis ojos se turbaron:
      ¡Tan hondo era y tan negro!


Gustavo Adolfo Bécquer

Tu eras el huracan, y yo la alta

RIMA XLI

Tú eras el huracán, y yo la alta
torre que desafía su poder.
¡Tenías que estrellarte o que abatirme...!
        ¡No pudo ser!

Tú eras el océano; y yo la enhiesta
roca que firme aguarda su vaivén.
¡Tenías que romperte o que arrancarme...!
        ¡No pudo ser!

Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder;
la senda estrecha, inevitable el choque...
        ¡No pudo ser!

Gustavo Adolfo Bécquer